Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2020

El tren de las catorce cincuenta

                             El tren de las 14.50            Escena primera Coche seis, asiento siete A. Compruebas tu billete en el móvil mientras arrastras presurosa tu maleta por el andén. Has tenido que correr por el vestíbulo de la estación de Santa Justa para llegar justo antes de que se cerrara el acceso a la vía y tu respiración es todavía jadeante. Colocas tu maleta en el portaequipajes y te desplomas en tu sitio, después de dirigirle una sonrisa de disculpa a la persona que se sienta a tu lado, que se ha tenido que levantar para cederte el paso. Es un hombre de unos sesenta y tantos, de aspecto impecable y gesto adusto. Apenas ha levantado la vista del periódico en cuya lectura está sumergido. Casi agradeces su mutismo y no tener que entablar una conversación con él. Prefieres poder sumirte...

El traductor

por Miguel Angel Marín —      Bi-bap bi-bup. Se dirige a mí, una criatura humanoide enana, la primera que hemos visto desde que nos posamos en esta birria de planeta, con el tamaño y la forma de una bombona de butano, calva, con las manos y la cara gris, de grandes ojos negros que parpadean mucho y vestida con una túnica larga de color azul marino. —      Bi-bap bi-bup — repite. El traductor universal no responde. Utilizo la antigua técnica terrícola de darle unos golpecitos al aparato a ver si se arregla solo. Nada. Que no. —      ¿Alguien tiene un traductor que funcione? — pregunto a mi tripulación. —      ¿Con nuestro sueldo? — contesta con retintín la cabo Churruca. — Eso solo te lo puedes permitir tú, con tu holgado e inmerecido salario de capitán merluzo, solo por haber pasado por la Academia. — Añade la cabo, nuestra especialista en comunicaciones, una mulata de mediana edad...

El cuadro

por Miguel Angel Marín Dibujo dos líneas sinuosas que se cortan en tres puntos, al azar, con el pincel cargado de negro. Me separo del lienzo y las observo. Es mi método. Intento descifrar qué quiere mostrarme mi subconsciente. Mi mente normalmente rellena los huecos y consigo ver enseguida la figura que se esconde tras esas líneas. Hoy, no. No alcanzo a completar la imagen. Reflexiono sobre cada parte y también sobre el conjunto. Se me ocurren varias ideas que rechazo por simples. Podría tratarse de un paisaje ondulado. Unos campos yermos en otoño, todo gris, amarillo pálido y siena tostada. Un paisaje desolado y triste solo roto por cuatro árboles raquíticos: los Monegros en octubre. Los parajes de una infancia huérfana. La soledad por compañera. No. Me aburre y me deprime. Tengo que esforzarme más. Tomo un chupito de tequila para animarme y fomentar la creatividad. Podrían ser las estrías de un viejo nogal, como aquel que se alzaba en la cabecera de la tumba de Manuel, que mu...