por Miguel Angel Marín
— Bi-bap bi-bup.
Se dirige a mí, una criatura humanoide enana, la primera que
hemos visto desde que nos posamos en esta birria de planeta, con el tamaño y la
forma de una bombona de butano, calva, con las manos y la cara gris, de grandes
ojos negros que parpadean mucho y vestida con una túnica larga de color azul
marino.
—
Bi-bap bi-bup — repite.
El traductor universal no responde. Utilizo la antigua
técnica terrícola de darle unos golpecitos al aparato a ver si se arregla solo.
Nada. Que no.
— ¿Alguien tiene un traductor que
funcione? — pregunto a mi tripulación.
— ¿Con nuestro sueldo? — contesta con
retintín la cabo Churruca. — Eso solo te lo puedes permitir tú, con tu holgado
e inmerecido salario de capitán merluzo, solo por haber pasado por la Academia.
— Añade la cabo, nuestra especialista en comunicaciones, una mulata de mediana
edad, más fea que un dolor, con un oscuro pasado, sindicalista.
— Yo también te quiero. — le replico
con una sonrisa helada.
— Yo, tampoco tengo. — responde
lacónico Rupérez, nuestro operador del aparato de geo-análisis. Es un tipo
altísimo, enjuto y demacrado, de
perpetuas ojeras, voz cavernosa y pocas palabras, tipo enterrador.
Ubago,
nuestro anaranjado androide para todo, se limita a negar con la cabeza. Se
trata de un modelo obsoleto pero que nos resistimos a sustituir. En parte por lo
que cuesta, en parte por no tener que aprendernos las nuevas funcionalidades y
también porque no, porque le hemos cogido cariño.
Visto el
panorama, me veo obligado a realizar el gesto universal de incomprensión. Abro
los ojos y subo las cejas, fuerzo la boca hacia abajo, levanto los hombros
mientras abro los brazos y extiendo las palmas hacia afuera.
La criatura
mueve la cabeza y aproximando una mano me señala el aparato, como diciendo: déjame
echarle un vistazo.
Se lo dejo.
Analiza el
instrumento, modifica uno de sus dedos transformándolo en una especie de
destornillador de estrella minúsculo, aprieta tres tornillos y poco convencido
del resultado me lo devuelve.
— Bi-bap bi-bup — vuelve a decir.
El aparato
comienza a emitir unos ruiditos extraños, como si engranajes y mecanismos
varios estuvieran ajustándose. Después de un rato largo por fin traduce:
—
“Voulez
vous coucher avec moi?”
¿Traducción por defecto?
ResponderEliminarA gusto del consumidor
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