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Mostrando entradas de enero, 2021

HOY ME NIEGO A DECIR ADIOS

                                    ME NIEGO A DECIR ADIOS         No hace mucho tiempo iniciamos un sueño emocionante como aprendices de escritores. Desconocidos compañeros coincidimos en ese viaje de papel conducido por Rosa. Entre simples, pero interesantes relatos, construimos el camino de la AMISTAD.   Cada uno aportó su mejor “YO”. Escribimos, leímos e imaginamos historias que hablaban de la vida, de nosotros. Era una ilusión volver a encontrarnos en clase con Rosa que, ale- gre y optimista, nos dio la mano en ese gran círculo de afecto y lealtad que construimos.   Hoy me niego a decir adiós porque, respetuosos y respetados, hemos disfrutado de emo- ciones   alrededor de éste grupo insuperable.   Hoy me niego a decir adiós porque me gusta estar con mi...

Mi voz

Por Luisa Roco Bovio Jaime esperaba todos los días el autobús del colegio con una ilusión y unas ganas indescriptibles.   Su colegio era pequeño y tal vez poco adaptado a las necesidades de los alumnos que asistían a él, pero sus maestros y en especial, Susana,   hacían que las dificultades fueran casi invisibles. Había muy pocos que hablasen, muchas sillas de ruedas y muchos artefactos ortopédicos que ocupaban espacio para poder moverse con soltura, sin embargo, se respiraba alegría en sus pasillos y en sus aulas aunque las voces fueran casi siempre las de los profesores llamando a uno u otro alumno; las miradas y sus sonrisas eran el lenguaje que imperaba en aquel lugar dándole una sensación de buena estrella. “ ¿Qué era lo que la hacía diferente a las demás? ” se preguntaba a veces Jaime. “ ¿Tal vez lo particulares que eran cada niño o niña de la clase? ” o ” ¿la imaginación y el cariño de las maestras?” La mayoría eran maestras, aunque a lo largo de los años algún maestro...

Relato colectivo Jueves

                                                   Ella     Ana cogió su maleta y salió de casa.   Había llegado dos días antes. La instale en la habitación del niño, ya que la pensión estaba completa. A la mañana siguiente le serví una taza de café con leche, pero ella tan solo acarició la magdalena. Entonces fue cuando observé las marcas en sus finas muñecas. Ana se dio cuenta. Alargó rápidamente las mangas de su chaqueta y bajó su mirada asustada.   Le pregunté si conocía a alguien en la ciudad. Me mostró un papel con una dirección. Era una calle conocida por sus prostíbulos y sus habituales altercados a plena luz del día. Le indiqué cómo llegar pero no le mencioné lo que sabía. Nunca regresó.                   ...