por Miguel Angel Marín
Miró por el ojo de la cerradura.
Fernando había escuchado un ruido sospechoso. Al principio no vio nada. Luego,
cuando se acostumbró a la oscuridad, distinguió dos figuras. Eran sus hijos,
Álvaro y Pablo. Estaban sentados en una mesa consultando unos papeles.
-
Vaya caos. Aquí está lo del BBVA. ¿Has
encontrado lo de Ibercaja?
-
No. Pero sí unas acciones de telefónica. Y los
papeles de un seguro dental.
-
Pues yo, la escritura de la casa de la playa.
-
¿Cuánto crees que habrá?
-
No sé. Espero que en total más de dos kilos.
Fernando se apartó un momento de la cerradura porque le
lloraban los ojos. Se los restregó y volvió a mirar. Todo negro otra vez. Poco
a poco se le fue aclarando la vista. Ahora ya no estaban los chicos. Ahora
aparecía Laura, su mujer. Se peinaba frente al espejo en ropa interior. ¡Qué
guapa estaba!
-
Ya estoy aquí, tesoro – dijo una voz que le
sonaba vagamente familiar.
Apareció de espaldas un hombre con una camisa de rayas. No
apreciaba bien quién era. Se acercó a Laura y la besó en los labios. Fernando
abrió mucho los ojos.
-
Todavía se me hace raro verte a las claras, sin
escondernos – dijo Laura.
-
No seas tonta, mujer. ¿O es que preferías el
engaño?
-
Hombre…,tenía su aquel. - contestó ella con
malicia.
El desconocido cogió en brazos a Laura y la transportó
hasta la cama. Al cambiar de posición lo reconoció. Era Luis, su socio, el muy
traidor… Aquello fue demasiado para Fernando. Dominado por la ira, intentó
abrir la puerta, pero su mano pasó a través del pomo sin tocarlo, como si todo
él fuera incorpóreo. De pronto, cayó en la cuenta de que no sabía dónde estaba.
Era un espacio infinito y negro en el que solo se veía aquella puerta. Volvió a
mirar por el ojo de la cerradura. Ahora, una joven lloraba desconsoladamente.
Era Yolanda, su amante.
-
Justo ahora que por fin ibas a separarte de esa
bruja, ahora que podíamos empezar de verdad una vida juntos, que ya podías
aparecer como el padre de nuestro futuro hijo…
Fernando notó una sensación extraña. Poco a poco se
desvaneció aquella joven, la estancia, la cerradura, la puerta entera y una
oscuridad absoluta lo inundó todo.
Me encanta.
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