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Mostrando entradas de diciembre, 2019

Relato de verano

                                 Retiras las sábanas que todavía conservan el apresto y el olor a limpio de cuando las cambiaste esta mañana. Abandonas la cama una vez más y deambulas por la casa a oscuras, alumbrada apenas por el reflejo de las farolas de la calle que se filtra a través de las cortinas. Tampoco necesitas más luz. Conoces perfectamente, incluso con los ojos cerrados, los pasos que te llevarán desde el  dormitorio  hasta la cocina. Una vez allí abres, como de costumbre, la puerta de la nevera. El destello te ciega por un instante. Dudas entre un bombón de la caja que te regalaron por tu santo o la tableta de chocolate negro, ochenta y cinco por ciento de cacao. Optas por esta última y te partes una onza. Dejas que el chocolate se funda en tu boca y lo saboreas con deleite. Llenas un vaso con agua helada pero, antes de beberla, lo apoyas en la frente y las mejillas. El frío te...
  La suerte está echada          Raimundo, Rai, como lo llamaban sus amigos, era un chico encantador. Hijo tardano en una familia de cinco chicas, un tanto consentido, es verdad, pero todo se le perdonaba por su carácter simpático y generoso. Sus padres regentaban un negocio próspero en una pequeña ciudad provincias. Vivían holgadamente y no sabían negarle ningún capricho a su retoño. Así que, en cuanto cumplió los dieciocho, se sacó el carnet de conducir y consiguió que sus padres le compraran el mejor deportivo rojo que había en el mercado.      Por supuesto era el único de la pandilla que tenía coche y todas las chicas se disputaban el ser las privilegiadas en que las llevara a dar una vuelta. No había fiesta en los pueblos de alrededor a la que no acudieran Rai y sus amigos. Un día regresaban a casa, avanzada la madrugada, de una de esas fiestas en un pueblo vecino. Habían bebido demasiado y caminaban hacia el coche tambalean...
    Relato cruzado : Buscando pistas     Rebusca en los bolsillos de su chaqueta con la esperanza de encontrar un cigarrillo, pero es inútil, se ha quedado sin tabaco. Esto le produce todavía más desasosiego del que ya sentía. Evaristo se sube el cuello de la gabardina, intentando guarecer su nuca y su garganta del viento inmisericorde que sopla en esa esquina. Sus tripas comienzan a reclamar algo de alimento, pero, sobre todo, un trago que reconforte su maltrecho ánimo. Lleva más de dos horas apostado enfrente del edificio en el que entró el marido de su clienta, después de haberlo seguido por media ciudad desde el Casino hasta allí.    Durante ese tiempo, no sabe porqué, ha empezado a pasar revista a su vida. Le vienen a la mente recuerdos de cuando   era estudiante de Derecho. Solía frecuentar el bar de la Facultad de Filosofía y Letras porque, en aquel entonces, era donde se congregaban más chicas y era más fácil ligarse a alguna. ...