Ir al contenido principal

HOY ME NIEGO A DECIR ADIOS

 

 

 

 

                            ME NIEGO A DECIR ADIOS

 

 

 

 

No hace mucho tiempo iniciamos un sueño emocionante como aprendices de escritores.

Desconocidos compañeros coincidimos en ese viaje de papel conducido por Rosa. Entre

simples, pero interesantes relatos, construimos el camino de la AMISTAD.

 

Cada uno aportó su mejor “YO”. Escribimos, leímos e imaginamos historias que hablaban

de la vida, de nosotros. Era una ilusión volver a encontrarnos en clase con Rosa que, ale-

gre y optimista, nos dio la mano en ese gran círculo de afecto y lealtad que construimos.

 

Hoy me niego a decir adiós porque, respetuosos y respetados, hemos disfrutado de emo-

ciones  alrededor de éste grupo insuperable.

 

Hoy me niego a decir adiós porque me gusta estar con mis amigos. Y oírles. Y verles.

 

Hoy me niego a decir adiós porque dejaría atrás inolvidables momentos vividos.

 

Hoy, cuando el futuro se pierde entre la niebla de la sin razón, me niego a decir adiós.

Debemos imaginar otro camino que sea posible.

 

Pero hoy me niego a decir adiós porque la amistad que se forjó será invencible.

 

 

 

2021 DADIJE

 

 


Comentarios

  1. Preciso. Me he emocionado, Jesús. Volveremos a vernos. Seguro. Un abrazo sin niebla

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Jesusín. No hay por qué decir adiós. En octubre todos a novelar y, mientras tanto, relatos colectivos, videollamadas y, en cuanto el temporal amaine, cervecitas vespertinas. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Guacimara Cepeda Ramírez29 de enero de 2021, 2:26

    Hola Jesús! Muchas gracias!!!
    La verdad es que me has dado muchos ánimos.
    Recordar por qué empecé con la escritura, y más importante aún, por qué continué

    ResponderEliminar
  4. Yo también te agradezco lo bien que has sabido expresar lo que sentimos. Claro que no vamos a decir adiós. De momento aquí seguimos, de una forma u otra. Y volveremos a encontrarnos. Ojalá sea más pronto que tarde. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Jesús, has expresado lo que todo sentimos y lo has hecho con el corazón. Me ha encantado, y como tú me niego a decir adiós.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El collar desaparecido

por Miguel Angel Marín Cuando María abrió la puerta de la mansión aquella noche, desconocía que iba a llevarse el susto de su vida. Enmarcado por la luz de un relámpago, apareció la figura de un hombre altísimo de tez muy blanca y ojos claro, casi transparentes. Mostrándole una placa y con voz de ultratumba, el albino dijo: —      Inspector Negromonte. María lo hizo pasar al salón principal donde ya lo esperaba un nutrido grupo de personas. D. Adolfo, marqués de Enseña, señor de la casa, estaba algo molesto por la reunión a tan intempestivas horas. También estaban Dª. Clara, su mujer, de mediana edad, algo gruesa y con cara de pizpireta; Lucas, el mayordomo, un hombre delgado y de rictus estricto; Esteban, el mozo, jardinero y chófer, un hombre joven y fuerte que no parecía tener muchas luces; D. Augusto, administrador del marqués, un hombrecillo mayor que se veía muy nervioso; El padre Santiago, asesor espiritual del marqués y amigo de la familia; Mar...

Intruso

  PARA VOLVER A METERSE EN EL ATAÚD  tendría que encogerse bastante, darse prisa y apartar un poco el cuerpo que reposaba inerte sobre la dura superficie de madera. Se oían voces fuera, que callaron al escuchar el cierre de la tapa. -¿Quién anda ahí? Escuchó la voz amortiguada del viejo sacerdote que recorría el pasillo central de la capilla. Podía imaginarle, sorprendido por la oscuridad, porque hasta la pequeña lamparilla del sagrario estaba apagada. Desde dentro del féretro ella escuchaba muy fuerte su propia respiración, aunque cada vez más tenue. Nunca supo que el sepulturero había comentado después en el bar: – Con lo flaco que estaba y cómo pesaba el cabrón… ¿A quién se habrá llevado a la tumba?

El naufragio

  Por Eva Fernández La primera vez que lo vio sin gafas sus ojos solo le parecieron preciosos.  Hoy, que lo ha mirado  mejor ha visto que  ¡Sus ojos son dos islas!- Rodean sus pupilas dunas de arena, bañadas por el mar, con olas que rompen en la orilla cuando pestañea.  Por eso no puede dormir hasta que la marea lo mece y lo aquieta. Si se pone nervioso no  concilia el sueño, se desvela del todo, y esconde las islas tras la bruma de los cristales,  hasta que deja de escucharse el sonido del mar. A veces, cuando pasa eso, ella tampoco duerme.  El otro día pensó que, tal vez, si lo acunaba, o si lo abrazaba, se dormirían por fin y de tanto pensar en abrazarlo, le creció un brazo en la cadera; pero un brazo corto, que no servía para mucho, era muy incómodo para dormir de lado, y en realidad le sobraba, solo servía para sostener el café por la mañana o para llamar al ascensor. Ya solo podía llevar vestidos o faldas con bo...