Homenaje a un amigo fiel “Apaga ya la luz, que es muy tarde”. Esa cantinela se repetía cada noche cuando, arrebujada entre las sábanas, me daban las tantas devorando el libro que llevaba entre manos. Para evitar oírla y para que a mí no me devoraran los mosquitos, en verano me cubría hasta la cabeza y leía a la luz de una linterna. A los cinco años aprendí a leer, pero no sé exactamente cuándo comenzó mi afición a la lectura. Los primeros libros que recuerdo y que aún conservo, son dos pequeños tomos que mi madre había hecho encuadernar con los cuadernillos de la colección “Marujita” que ella se compraba cuando era pequeña por veinte céntimos. Eran historias de hadas, duendes, gnomos y brujas, que yo leía una y otra vez hasta aprenderlos casi de memoria. Después vendrían los libros de “Los Cinco” de Enid Blyton o los de Celia de Elena Fortún, entre otros. También los tebeos, con La familia Ulises, mi favorita, Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape. En casa había...
Relatos de los cursos de Escritura Creativa del C.C. Teodoro Sanchez Punter y de la Sala 2 del C.C. Salvador Allende