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Noventa y cuatro: Fatum

 

     Mario terminó de preparar su equipaje. La bolsa de aseo la dejaba para la mañana siguiente. La americana y el pantalón cuidadosamente colgados en el portatrajes. No los iba a usar, pero  no podía arriesgarse a levantar sospechas. La excusa para el viaje era la asistencia a una reunión preparatoria del Congreso Internacional de Arquitectura que iba a celebrarse en Gran Canaria. El verdadero motivo era encontrarse con Claudia, la atractiva diseñadora canaria que había conocido en la última Feria del diseño de Milán, y pasar juntos el fin de semana.

    Hacía rato que su mujer, Mónica, se había acostado. Después de cenar le había comentado que no se encontraba muy bien, le dolía la espalda y la tripa. Cuando Mario entró en el dormitorio, le pareció que estaba dormida, así que procuró no hacer ruido para no despertarla, puso el despertador a las siete y no tardó ni dos minutos en conciliar el sueño.

    Eran las tres de la mañana cuando la voz angustiada de Mónica y su zarandeo lo sobresaltaron.

-         ¡Mario, Mario!,

-         ¿Qué, qué pasa?, balbuceó Mario.

-         Siento despertarte, pero me encuentro fatal. Tengo un dolor agudo  aquí, en el lado derecho y muchas ganas de vomitar.

Mario comprobó que su mujer estaba temblando y su cara se contraía por el dolor. Le tocó la frente, estaba ardiendo.

-         El médico de urgencias viene para acá con una ambulancia. Le he explicado los síntomas y me ha dicho que probablemente se trata de un ataque de apendicitis agudo. Voy a vestirme para estar listo cuando vengan.

-         Pero, ¿ y tu viaje?

-         No te preocupes ahora por mi viaje. Más tarde llamaré para decir que no puedo acudir….

   Cuando llegaron al hospital, Mónica fue directamente trasladada al quirófano. La operación era urgente porque su estado amenazaba con desembocar en peritonitis. Mario aguardó impaciente en la sala de espera a que los médicos le dieran alguna información. Se olvidó del viaje y de su cita con Claudia. No podía pensar en otra cosa que no fuera lo que estaba pasando allí dentro. No podía imaginar su vida sin Mónica.

   Eran más de las siete cuando se dirigió a él un médico con bata, gorro y mascarilla verdes.

-         Ha tenido mucha suerte. Hemos llegado justo a tiempo. Ahora está fuera de peligro, pero está sedada y debe permanecer en la UCI. Al mediodía podrá entrar un momento a verla. Ahora es mejor que se vaya a descansar.

   Cuando llegó a casa y miró el móvil, comprobó que tenía un montón de llamadas y mensajes de Claudia. El último era un audio:

-         Mario, por Dios, contéstame, dime que estás vivo y que no eres uno de los noventa y cuatro fallecidos del avión que se ha estrellado en Barajas.

Mario puso la televisión. Estaban dando la noticia:

-         El Boeing 727 con destino Gran Canaria se ha estrellado en el aeropuerto de Barajas nada más despegar y posteriormente se ha incendiado. Por el momento se contabilizan noventa y cuatro fallecidos entre pasajeros y tripulación y un gran número de heridos…

   No quiso oír más. Escribió en el whatsap un lacónico:  “Estoy bien. Viaje cancelado.”

    Metió en una bolsa algo de ropa y cosas de aseo y cogió las llaves del coche. Mientras esperaba al ascensor escuchó la llegada de un nuevo mensaje:

-         Pero, Mario ¿de verdad que no me vas a contar nada más?

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