Por Ricardo Tejero Manuel, era un soldador de primera. En realidad Manuel, era El soldador. Su apodo lo decía todo de él. Comenzó a trabajar, a los 14 años, en un taller que se dedicaba a la instalación de estructuras metálicas, de un conocido de su padre. Donde aprendió su oficio. Pocos años estuvo allí, ya que, montaron una fábrica de estanterías metálicas a no muchos kilómetros de su pueblo, donde triunfo como soldador. Le encantaba su oficio. Tanto era así , que rechazo un ascenso a capataz. Aunque nunca supo ni el mismo, si era porque le encantaba su trabajo, o que pensó, que le vendría grande. La semana pasada, comunicaron a Manuel, que iban a instalar dos robots. Los cuales asumirían entre otros, su puesto. Pero los Hermanos Muñoz, le ofrecieron un puesto como controlador, de uno de los dos robots. –¡De eso nada! Si queréis prescindir de mí, hay confianza, para decírmelo claro.- Los viejos fantasmas, que ya le impidieron desarrollarse como capataz...
Relatos de los cursos de Escritura Creativa del C.C. Teodoro Sanchez Punter y de la Sala 2 del C.C. Salvador Allende