Por Ricardo Tejero
Así
llevaban un año.
Ella se
levantó una hora antes. Hoy quería estar radiante, no sabía por qué
exactamente, pero se sentía de celebración. Se dio una ducha, con gorro
de baño, para no estropear su nuevo
peinado. Se puso las braguitas, el sujetador , los zapatos de tacón y el
vestido de la boda de su amiga La Trini. Se echó su nueva colonia, de imitación
claro. Esta mañana se sentía bien e incluso se veía sexi.
El también
madrugo, un poco más que de costumbre. Se recortó un poco el pelo. Como le
había enseñado su amigo Manuel. Y se puso la equitación completa que se había
comprado ayer en el Alcampo. Calzoncillos tipo bóxer, como los modernos,
calcetines, pantalones, camisica a cuadros y zapatillas. Completo su derrochona
tarde, con un bote de colonia a granel, del gusto de la dependienta. Se sentía
un poco disfrazado pero modernete.
A las
8:25.El pagó su copa de coñac y se pidió un cortado y un par de churritos. Hoy
estaba solo, su amigo de barra no podía venir. Se posiciono lo más natural que
pudo y leyó las noticias en su móvil. Le daba un aire de ocupado, pensó.
A las
8:30. Llego ella, se pidió una cañita y un pincho de tortilla. Cogió el
periódico y se fue hacia su mesa. De soslayo miró hacia la barra y se aseguró
que él estaba. Que mono a venido hoy, pensó, y sonrío picara. Cuando termino su
manjar. Se levantó y se fue a la barra para pedir un cortado y aprovechar a ir
al baño, a darse los últimos retoques antes de salir al escenario. Moviendo sus
caderas, como solo las mujeres saben, paso por delante de él, y a la distancia
prudente se giró y se aseguró de que el la miraba. Al recuperar la vista al
frente, casi se llevó por delante a una mujer alta y morena. Demasiado pechugona, pensó. Que la envolvió con su
colonia, exageradamente dulzona, para su gusto.
Al salir
del retrete. Él no estaba, la morena tampoco. Pago su cortado y no volvió nunca
mas, a ese bar.
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