Por Ricardo Tejero
Manuel,
era un soldador de primera. En realidad Manuel, era El soldador. Su apodo lo
decía todo de él. Comenzó a trabajar, a los 14 años, en un taller que se
dedicaba a la instalación de estructuras metálicas, de un conocido de su padre.
Donde aprendió su oficio.
Pocos años
estuvo allí, ya que, montaron una fábrica de estanterías metálicas a no muchos
kilómetros de su pueblo, donde triunfo como soldador. Le encantaba su oficio.
Tanto era así , que rechazo un ascenso a capataz. Aunque nunca supo ni el
mismo, si era porque le encantaba su trabajo, o que pensó, que le vendría
grande.
La semana
pasada, comunicaron a Manuel, que iban a instalar dos robots. Los cuales
asumirían entre otros, su puesto. Pero los Hermanos Muñoz, le ofrecieron
un puesto como controlador, de uno de los dos robots. –¡De eso nada! Si queréis prescindir de mí,
hay confianza, para decírmelo claro.- Los viejos fantasmas, que ya le
impidieron desarrollarse como capataz. Ahora le habían vuelto con otro nombre,
más fino, pero de la misma índole. –Me dais, lo que por ley me corresponda, y
encantado de habernos conocido -.
Los
herederos del negocio, ya lo conocían. Pero esta vez, les molesto de
sobremanera. –¡Antonio, después de tantos años juntos….!.- Y respirando
profundamente el pequeño de los Muñoz, prosiguió. –Este fin de semana, se lo
piensa, y el lunes nos dice si quiere continuar en nuestra casa.-
El fin de semana,
fue un infierno para él. –¿ Tu estas tonto, o que?- Le dijo la Fernanda. – ¿A
dónde vas a ir a tus 62 años?- Sabía que su mujer tenía razón. Lo que sí
que tenía muy claro, un puesto en la cadena de montaje, no lo habría aceptado.
El lunes
arriba, les dijo a los hermanos Muñoz, que subía para quedarse. –Nos alegra, mucho su reflexión de quedarse con nosotros- Le dijo
el menor. –Pero, su nuevo puesto, no será al que renunció. Aunque,
todavía están pendientes de definir. Será en la cadena de montaje.
Manuel
asintió con la cabeza y estrecho la mano, que ambos hermanos le ofrecieron.
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