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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Operación Abeja Maya

Por Eva Fernández -Habitación 205- Nos informó Julia, la enfermera de Urgencias.- Positivo en alcohol y cannabis. Sin identificar. Llegó vestida de Abeja Maya, con su peluca rubia, sus medias de rayas…   Nada que no hayamos visto antes, ya sabe. - Suspiró. -Le estamos administrando suero para rehidratarla.   Cuando se despierte la dejaremos en observación y, si todo va bien, le daremos el alta en unas horas.    -Vaya amigas tienes, Paula Cajal –murmuró Julia, mientras aporreaba el teclado para completar los datos del expediente- que te han metido en un Ave con un coma etílico sin dinero ni documentación y con esas pintas.   Si fueras mi hija, esas a la boda no iban.      Mientras nos acompañaba al agente Valenzuela y a mi a la habitación explicó: -   La han traído los del SAMUR después de hacerle un lavado de estómago en la ambulancia. Después se despidió, ofreciéndose para lo que hiciera falta.   No era la primera vez que no...

¿Dónde está Lucrecia?

por Miguel Angel Marín Mi hermana Lucrecia ha desaparecido. Vaya alboroto. Mis padres están de los nervios y la casa se ha llenado de policías y vecinos. Nadie sabe dónde está. Le faltaba una semana para casarse con el gilipollas de Brian. Con poca ilusión, la verdad. Era más bien triste. Sin embargo, desde hacía algún tiempo se la veía más contenta. Se dio la voz de alarma, se organizaron patrullas de vecinos y amigos y se peinó todo el campo. La policía registró las casas, interrogó a todo el mundo y los bomberos inspeccionaron los ríos y pozos de la región. Pero nada. Ni una pista. Nadie la había visto. Mi madre lloraba sin parar. No sabía qué pensar. Se la imaginaba violada y muerta en algún recoveco del bosque. Mi padre estaba como ido. Solo yo estaba tranquila. Intuía que estaba bien. Pero nadie creía a la loca.  El inspector preguntó a mi padre: -           ¿Cuándo la vio por última vez? -    ...

La desaparición de Amadeo

por Miguel Angel Marín Le hizo sentar a la mesa y le preparó, solícita, la cena. Amadeo permanecía callado. A Luisa le pareció, sin embargo, notarle un cambio. Lo veía menos triste. La miraba con una media sonrisa, con ternura. Se sentó frente a él mientras devoraba la cena. ¡Qué hambre tenía ese hombre! -           Bueno, dime, ¿dónde has estado? -           Me caí a un pozo. -           ¿A un pozo? -           Sí. Iba tarde al trabajo, intenté acortar por el monte y me caí a un pozo. He tardado tres días en lograr salir de allí. Luisa podía imaginar su angustia, encerrado en un agujero oscuro, sin comida ni agua, ni nadie a quien recurrir. Menos mal que era un hombre rudo. Solo alguien así habría podido sobrevivir. -           Ya estás en cas...

En el cementerio

por Miguel Angel Marin Había ido al entierro de una tía lejana y cuando terminó, ya que estaba en el cementerio, acudí al velatorio de un conocido. Al poco de llegar se me acercó un hombre grande como un elefante. -           ¿Conocía Vd. mucho al “tío virutas”? -           ¿Perdón? -           Esto…a José Luis, el muerto. -           Ah, no. La verdad es que no. Solo coincidimos en alguna juerga de jóvenes. -           Sí, para la juerga sí que servía. Para trabajar no, que era muy flojo. Pero para el tran- tran, para tomar, cantar y tocar palmas, sí. Ahí era un “champion”. -           … -           Ha tenido suerte, el pájaro, ¿sabe? Nos debía algún din...

La decisión (de Amadeo).

Por Eva Fernández Cenaron sopas de ajo, sentados en la cadiera, junto a la lumbre, sin hablar.  Amadeo recogió la mesa, aclaró los cacharros en la pila, removió las brasas, echó dos piedras al caldero y calentó con ellas el agua para lavarse. Luisa ya se había ido a dormir. Amadeo subió a la primera planta, alumbrando con el candil las escaleras. Se desnudó y se acostó, dejando el farol junto a la cama. -           Apaga eso- Susurró Luisa. -           No -Contestó él.  Le hizo darse la vuelta y le apartó el pelo de la cara.-Quiero verte-  La acarició por debajo de la tela áspera de la camisa de dormir y buscó acomodo entre sus caderas mientras la luz del farol se derramaba sobre sus cuerpos. Cuando Luisa intentó protestar, le dijo mordiéndole la oreja: - Calla mujer, que vas a despertar a la vecina. Amanecieron desnudos, enredados y con la ropa revuelta. ...