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¿Dónde está Lucrecia?

por Miguel Angel Marín
Mi hermana Lucrecia ha desaparecido. Vaya alboroto. Mis padres están de los nervios y la casa se ha llenado de policías y vecinos. Nadie sabe dónde está.
Le faltaba una semana para casarse con el gilipollas de Brian. Con poca ilusión, la verdad. Era más bien triste. Sin embargo, desde hacía algún tiempo se la veía más contenta.
Se dio la voz de alarma, se organizaron patrullas de vecinos y amigos y se peinó todo el campo. La policía registró las casas, interrogó a todo el mundo y los bomberos inspeccionaron los ríos y pozos de la región. Pero nada. Ni una pista. Nadie la había visto.
Mi madre lloraba sin parar. No sabía qué pensar. Se la imaginaba violada y muerta en algún recoveco del bosque. Mi padre estaba como ido.
Solo yo estaba tranquila. Intuía que estaba bien. Pero nadie creía a la loca. 

El inspector preguntó a mi padre:
-          ¿Cuándo la vio por última vez?
-          El lunes por la mañana antes de ir a trabajar. Desayunamos juntos. Cuando volví por la tarde ya estaba acostada.
-          ¿Cómo estaba de ánimo?
-          Últimamente se la veía más contenta. Supongo que por la boda.

Luego, preguntó a mi madre:

-          Y Vd., ¿cuándo la vio por última vez?
-          La noche del lunes. Pasamos la tarde haciendo un tarta, después cenó pronto y se acostó porque tenía que madrugar. A la mañana siguiente le preparé el desayuno. Como se retrasaba fui a buscarla a su cuarto, pero ya no estaba allí. Pensé que habría madrugado mucho y que habría salido muy pronto de casa, pero ya no lo sé.

Después me interrogó también a mí, acompañada por mis padres.

-          ¿Cuándo la viste por última vez?
-          La noche del lunes. Cenamos juntas con mi madre.
-          ¿Sabes dónde está?
-          No.
-          Te veo muy tranquila, ¿no tienes miedo de lo que le haya pasado?
-          No.
-          ¿Por qué?
-          Se habrá ido con el chico guapo del pelo plateado.
-          ¿Qué chico guapo?
-          Uno que salió de un ojo azul.

El inspector miró a mis padres. Le hicieron un gesto que no pude ver y se acabó el interrogatorio.

Todo comenzó una noche con aquel zumbido extraño. La mesa, la cómoda, la lámpara y todos los demás objetos estaban flotando en mi cuarto. Después volvieron a caer al suelo despacio. Me levanté de la cama nerviosa y espié por una esquina de los visillos. Encima del jardín apareció una luz azul con forma de ojo. De esta salió un hombre. Era alto y esbelto. Vestía un mono ajustado negro y unas extrañas botas. Tenía los cabellos plateados. Mi hermana Lucrecia también se había despertado. En camisón, salió de la casa y la vi conversando con aquel hombre. No oí lo que dijeron. Luego, le ayudó a colocar unas luces por los campos. No sé para qué.
El hombre del cabello plateado volvió dos o tres veces más. Mi hermana y él se hicieron muy amigos…
La última noche que lo vi ese hombre guapo me descubrió escondida tras los visillos. Me miró y me guiñó el ojo. Me escondí debajo de mi cama y ya no volví a verlo nunca más.
La noche en que Lucrecia despareció no me desperté, estaba muy cansada.
No he vuelto a ver a mi hermana.

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