por Miguel Angel Marín
Desaparece la bruma. La
consciencia viene a oleadas. Siento mi cuerpo a trozos. Como piezas de un puzle
que se va recomponiendo. Frío. Arcadas.
-
Fase dos terminada. Recuperación funcional en
proceso. – dice una voz artificial.
La manta dorada de nanotubos me calienta. Ya me siento
mejor. Empiezo a recordar. Mi nombre es Johana. Salí a explorar la supertierra.
He permanecido en animación suspendida la mayor parte del viaje. Un éxito. El
planeta es habitable. Solo serán necesarias pequeñas adaptaciones. La humanidad
podrá emigrar allí antes del gran cataclismo. Estamos salvados.
Hemos viajado casi a la velocidad de la luz. Durante 10
años. En la Tierra habrán pasado unos noventa.
Frank. Mi querido Frank. Su sonrisa franca y sus ojos
profundos están gravados en mi mente. Me dijo que me esperaría. Que se
sometería a la criogénesis. ¿Lo habrá hecho?
El resto de mis compañeros van saliendo de los tubos de
animación. Parecemos zombies. Blancos, débiles, torpes.
Ya estamos cada uno en su puesto. Desaceleramos. Pitan los
oídos. Mareo. La nave vibra. Se agita. La reentrada en la atmósfera es dura. Los
paneles externos se calientan cientos de grados. Espero que aguante. Aterrizamos.
Todo se calma.
Vienen a buscarnos con escafandras blancas. Nos conducen
por pasillos plateados. Nos fumigan varias veces. Nos sacan sangre. Nos
analizan con extrañas máquinas. Pruebas y más pruebas.
Al final, el diagnóstico. La radiación cósmica nos ha
afectado. Problema a resolver para futuras expediciones. Nuestra esperanza de
vida se reduce a unos pocos años. No importa. He cumplido mi misión. Ahora solo
quiero estar con Frank el tiempo que me quede.
El mundo al que he regresado se ha tornado extraño y nuevo.
Por fin nos llevan a una sala circular donde nos esperan
nuestros seres queridos. Allí está Frank, tan apuesto como siempre. Ha
renunciado a todo por mí. Se me arrasan los ojos. Sonríe. Se abalanza sobre mí.
Nos fundimos en un abrazo. Lágrimas de alegría.
Pegada a él, solo acierto a decir:
-
El universo es maravilloso y terrorífico.
No sé por qué. Me mira desconcertado. Luego, me besa dulcemente.
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