por Miguel Angel Marín
Tanto por hacer…La revolución
necesita del esfuerzo de todos.
Yusuf, Ibrahim y yo formamos un
buen equipo. Yusuf se encarga de vigilar el movimiento de los soldados. Hay que
tenerlos siempre localizados para adelantarnos a sus incursiones. Saber si tenemos
que abandonar alguna posición o podemos pillarlos en emboscada. Golpear y huir,
golpear y huir, es nuestra única forma de combatir al enemigo. Ante un ejército
infinitamente más poderoso no cabe otra opción. Ibrahim, el más empático de los
tres, se dedica a repartir munición y consignas, hablar con los combatientes,
elevarles la moral. Yo me ocupo de la coordinación con los superiores y la
transmisión de las órdenes. Llevamos tres días sin dormir y sin apenas comer. Estamos
exhaustos. Tenemos los ojos hundidos y profundas ojeras moradas. Hemos perdido
bastante peso. Todavía más. Pero, extrañamente, nos sentimos alegres,
orgullosos de nuestra labor, dominados por una especie de fiebre
revolucionaria. Hiperactivos.
Ahora, sin embargo, me despierto
y no puedo moverme. Y eso que lo he intentado con ahínco. ¿Estaré atado? Me
duele la cabeza. ¿Dónde estoy? No se ve nada. La oscuridad es densa. ¿Habrá
alguien más aquí? Noto el contacto de los granos de arena en mi cara. Un
ambiente húmedo. El silencio. Qué distinto al habitual tableteo de las
metralletas, las explosiones de las granadas, los gritos de los heridos. Agudizo
el oído pero solo escucho el sonido de una gota de agua golpeando una piedra de
manera rítmica, unos metros a mi izquierda. El sonido tiene un eco. Como si la
distancia entre el techo y el suelo del lugar donde me encuentro fuese enorme.
¿Una cueva, quizá? Todo me parece tan lejano…
Poco a poco voy recuperando
retazos de memoria.
Me atraparon hace solo 24 horas. Me
habrán torturado, eso seguro, aunque no puedo recordarlo. Espero no haber
traicionado a los míos. Me analizo. Tengo las cuencas de los ojos vacías, el
pómulo derecho hundido de un culatazo, varios dientes rotos y las fosas nasales
llenas de arena. Es curioso, quién lo diría, la cabeza separada del cuerpo, aún
piensa.
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