ANGUSTIA
Mº Pilar Usar
Charo,
acababa de preparar la mesa decorada con esmero, esperando a su marido, para
celebrar su aniversario. Solo faltaba encender las velas; cuando oyera la
puerta lo haría. Cumplían treinta años de casados, más dos de noviazgo. Estaban
solos, no habían tenido hijos. Vivían en otra capital de su habitual residencia
por el trabajo de su marido. Solo tenían un familiar cercano, su sobrino. Les
visitaba a menudo; era un joven agradable y decidido que se había abierto un
buen porvenir él solo.
La
mujer, miraba una y otra vez el reloj, las ocho y media, las nueve.- “Que
extraño.-dijo para sí.- Adrián, nunca tarda tanto”. Pensó que se iba a
desgastar el reloj de tanto mirarlo. Volvía de viaje, sí, pero hubiese llamado
desde cualquier gasolinera o desde una cafetería. Otras veces lo hacía si se
iba a retrasar. Las once. Llamó a la guardia civil, por si hubiese habido un
accidente de carretera. No. Llamó a tres hospitales. Negativo. Se puso en
contacto con su sobrino, el cual acudió a acompañar a su tía.
-Mañana
si no tenemos noticias voy a la policía y me persono en todos los hospitales y
clínicas, tía.
Ella
quiso acompañarle. La policía haciendo las preguntas habituales.
-¿Cuánto
tiempo hace qué falta? ¿Ustedes se llevan bien? ¿Había ocurrido otras veces?
-Es
que ni su coche aparece, la guardia civil me dijo que me avisaría.
Charo,
cada vez más angustiada. Estaba temblando.
-Tía,
la llevo a casa. Necesita descansar, yo iré a informarme personalmente. Estaré
en contacto continuamente, con usted.
El
sobrino hizo todo el periplo de hospitales, clínicas, cruz roja. No habían
ingresado a nadie con ese nombre, él insistía, todo negativo.
-Tía,
lo siento pero no hay noticias de Adrián. No han ingresado a nadie con ese
nombre.
Charo,
que dependía tanto de su marido en una ciudad extraña para ella se vino abajo,
la angustia la invadía. Sentía que sin él no era nada, era todo lo que tenía.
Padecía ataques de ansiedad y era incapaz de ir sola más lejos de quinientos
metros; su zona de seguridad.
Sentada
junto al teléfono, apenas sin comer, pasó los tres días siguientes. Su
desespero iba en aumento, su sobrino era su único apoyo, pero tenía su trabajo
y acudía por la noche, le hacía tomar un tranquilizante después de darle de
cenar, aunque ella ni probar bocado quería. Su deterioro en solo tres días era
notable. La incertidumbre. Esa sensación de desorientación, de intriga, de
angustia. El muchacho también, estaba afectado, no se lo quitaba del pensamiento.
Su tío un hombre tan cabal, que adoraba a su esposa. ¿Qué podía haber pasado?
El
teléfono sonó, una sola vez. Charo contestó rápidamente.
-Buenas
tardes, pregunto por Adrián, ¿es usted su mujer?
-
Si, si.
-Es
que cuando volvió de viaje nos encontramos y tomamos unas cervezas, como no
había aparcamiento lo dejamos en el mío, pero el coche aún está allí, y
necesito el parquin. Parece que no se encontraba muy bien.
El
sobrino volvió a todos los hospitales. Ya no preguntó por un enfermo.¿ Había
algún hombre sin identificar?
Si,
en el depósito de cadáveres. Hacía tres días. Sin documentación.
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