Había una vez dos hermanos llamados Luz y Carlos. Vivían en pueblecito muy pequeño, tenían sólo tres amigos. Luz era una niña valiente y simpática. Tenía el pelo castaño y sus ojos verdes curioseaban todo. Cuidaba mucho de su hermano pequeño Carlos que era rubio como el oro y un poco miedoso. A veces estaba tan asustado o triste que se escondía debajo de las camas, detrás de las puertas.
La noche de Ánimas, Luz le propuso a
su hermano una fiesta de pijamas en su habitación. Cuando ya era muy de noche,
se asomaron a la ventana y de repente vieron acercarse volando dos calabazas enormes. La primera calabaza
era muy bonita, sonreía y sus ojos
chisporroteaban alegría. Se quedó en el alerón de la ventana.
Detrás de ella la calabaza fea y
malvada hizo un ruido horrible y entró con mucho estruendo por la ventana de la
habitación.
Le dijo a Carlos acercándose a su
oreja con voz tenebrosa:
-
En
esta noche de ánimas, ¿Te vas a atrever a tocar mi nariz colorada?
El niño, asustado, extendió su brazo
y muy despacito le tocó la nariz. En ese instante quedó convertido en una estatua.
Luz asombrada, se quedó muda, sólo abría la boca y se la tapaba con las manos,
entre el espanto y la angustia de ver a
su hermano tan quieto. Intento pedir ayuda pero no lo consiguió.
Aterrada vio como la calabaza malvada
huía por la ventana a la vez que decía:
-
Que
venga mi trineo mágico que nos vamos volando, esta noche tenemos muchísima
faena.
Apareció un trineo decorado con
guirnaldas y luces de colores, se montó toda
orgullosa y desapareció en el cielo
oscuro como una estrella fugaz.
La calabaza lista y buena que observó
todo, se acerco a Luz y le dijo:
-
Corre
baja al huerto y coge un ramito de romero, tres hojas de apio, dos caracoles
dormidos y cinco hojas de laurel.
Mientras yo preparo la olla para hacer la pócima. Tenemos que ser rápidas si queremos salvar a Carlos.
Luz llegó
resoplando con todo envuelto en una gran
hoja de col. Vertieron todo en la olla que ya estaba hirviendo y la
Calabaza lista dijo:
-
Treinta
y tres vueltas hacia la derecha y veintisiete vueltas hacia la izquierda y estará
lista para ser eficaz.
Cuando terminaron, cogieron un
cazo, echaron el líquido humeante en una
palangana y lo pusieron en la ventana a
la fresca.
Siete minutos después, soplaron y soplaron hasta que ya tibio lo acercaron con
mucho cuidado a los labios de Carlos que pudo beber unas goticas. En ese
momento Carlos empezó a moverse y se convirtió en un niño obediente, listo, rico, valiente y fuerte.
Luz y Carlos
se despidieron de la Calabaza lista que dijo:
-
¡Adiós
niños! Continuad con vuestra fiesta de pijamas en esta noche terrorífica. Os
dejo aquí unas chuches deliciosas. Tengo
que seguir a la Calabaza malvada, para salvar de sus engaños a otras niñas y niños.
Y los dos
hermanos lo pasaron genial y fueron felices esa noche y todas las demás.
Y colorín
colorete….
Autoras: Julieta y Pilar Algás
Ilustraciones: Julieta
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