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El collar de perlas

Aquello no se lo perdonarías nunca. Fueron muchos los agravios que tuviste que soportarle. Tú callabas y aguantabas. Eran otros tiempos. Pero aquello fue demasiado. El día en que la preñez de vuestra hija se hizo evidente hasta para él, que nunca se percataba de nada, montó en cólera. Pero cuando, a fuerza de gritos y amenazas, logró sonsacarle quién era el padre (el  primogénito de su peor enemigo), la ira se queda corta para describir su reacción. Totalmente enajenado, le dio dos rotundas bofetadas y sin dejar de zarandearla con furia, la increpó:
     —¡ Hija descastada!, no, ya no te reconozco como hija. ¿Cómo has podido deshonrarnos de esta forma tan ignominiosa? Vete de esta casa, ya no perteneces a nuestra familia ni nada nuestro te pertenece. No quiero volverte a ver ni saber nada de ti. Abandona esta casa para siempre.  Y en cuanto a ti—añadió dirigiéndose a mí con mirada iracunda—, que la has protegido y consentido y no has sabido educarla en el respeto y honorabilidad que nuestro buen nombre merecía, te prohíbo que hagas ningún intento de prestarle tu ayuda o mantener con ella la más mínima relación.
                                               ------------------------
Encontré a mi madre en la penumbra de su cuarto, con su joyero abierto en el regazo y la mirada perdida. Sostenía entre sus dedos el collar de perlas que tanto me gustaba, como si fueran las cuentas de un rosario.
    Mamá, ¿ qué haces? Te he buscado por toda la casa, quería pedirte consejo sobre qué me pongo para la fiesta. ¡Qué bonito es! —añadí  mirando el collar—. ¿ Por qué no te lo pones nunca?, ¿me lo dejarás alguna vez?
   —Ay, hija, lo siento, estaba ensimismada en mis recuerdos.  Este collar tiene una larga historia. Algún día te pertenecerá y entonces podrás hacer con él lo que quieras. Hasta entonces prefiero conservarlo como simple depositaria del mejor legado que te puedo dejar.
   ¿ Qué me decías de lo que vas a llevar a la fiesta?—dijo cambiando su tono antes melancólico por otro mucho más dicharachero—.Ponte el vestido rojo que te queda tan bien, aunque  tú estás guapa  con cualquier cosa. Y mira, podías llevar estos pendientes de azabache que te lucirán mucho con el rojo, ¿te gustan?
  — Claro que me gustan, mamá. Me encantan. Gracias por prestármelos.


Continuamos hablando muy animadas durante un buen rato, de la fiesta, de la ropa, de los amigos que irían….  Yo me había quedado intrigada con lo de la historia del collar. Me resultaba muy misterioso y de buena gana le hubiera rogado que me la contara, pero no me parecía que fuera el momento oportuno, así que fuí a vestirme, prometiéndole que antes de marcharme volvería para que me viera.                                                                                      
                                               ------------------------
Y no se lo perdoné. A partir de aquel funesto día, entre nosotros solo quedó silencio, rencor y desprecio. Yo continué cumpliendo con mis obligaciones de señora de la casa y guardando las apariencias, ¿qué otra cosa podía hacer?, pero no permití que me volviera a tocar ni volví a dirigirle la palabra. No hubo noche en que no ahogara mi llanto en la almohada ni que no lamentara el no haberme ido con mi querida hija. Me recriminaba mi cobardía y no podía borrar de mi mente la imagen de Elisa abandonando nuestro hogar.
A la hora de la cena no quiero encontrar ningún rastro de ella en esta casa—bramó antes de encerrarse en su despacho.
La ayudé entre sollozos a meter algo de ropa y comida en un hatillo, la cubrí con una capa y, en un pañuelo bordado con mis iniciales, le envolví el collar de perlas que era lo único que poseía verdaderamente mío.
Llévalo siempre contigo—le susurré mientras la estrechaba entre mis brazos—. Este collar ha pertenecido generación tras generación a las mujeres de mi familia. La madre de mi madre se lo entregó a ella y ahora yo te lo entrego a ti. Procura conservarlo para que puedas hacer tú lo mismo con tu hija, porque estoy segura de que la criatura que llevas en tu vientre será también una niña.
Cegada por las lágrimas permanecí en el umbral  hasta que su figura se desvaneció en las sombras de la tarde.
Nunca más la volví a ver ni a saber de ella.


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