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Querida niña


Por Eva Fernández

La última vez que vieron a Aurora volvía de  casa de sus abuelos.  He revisado la ficha policial hasta aprendérmela de memoria.   Las declaraciones de sus amigos, sus profesores, su familia… Todo el pueblo está consternado por la noticia.  Parece un callejón sin salida. Ningún testimonio ha arrojado pistas fiables; se barajan varias hipótesis; ¿secuestro?, la familia  es acomodada, pero nadie ha pedido un rescate. ¿Se ha escapado de casa? Cabe esperar lo peor.

Con los datos del whatsapp y del móvil hemos pedido autorización a la jueza de instrucción para investigar las llamadas y los contactos de Aurora en redes sociales, y sus archivos del ordenador.  Sin embargo, en dos meses no hemos sacado nada en claro, solo un blog llamado Semillas y flores, las típicas cuentas de Instagram y Facebook y chats de adolescentes con el pavo subido. Aunque no es muy prolífica en las redes y casi todas sus fotos son de flores y plantas.  Al parecer es aficionada a la jardinería. Nada más.

El comisario me ha pedido volver a tomar declaración a los testigos mientras los expertos de la Policía Judicial comprueban una vez más todas las pistas, antes de cerrar el caso por falta de pruebas. Pero esta vez, en su entorno. Soy el agente más joven de la comisaría, y el comisario cree que  alguien bajará la guardia al ver mi rostro imberbe.

Los abuelos me recibieron amablemente en su domicilio, agradeciendo nuestra dedicación.
–   Ya no nos quedan muchas esperanzas, agente. –Me  confesó el abuelo– Esa niña trajo la alegría a nuestras vidas, cuando ya no la esperábamos,  tan lista, tan buena… Tienen que encontrarla.
La ventana del comedor daba a una amplia terraza, en la que una docena de crisantemos blancos adornaban una jardinera.  
–     Bonitas flores. –Comenté distraído, señalando el balcón, mientras saboreaba el café recién hecho que la señora me había ofrecido.  
–       ¡Ay, hijo! Las plantó mi Aurora.  Le encantan, siempre lleva semillas por los bolsillos. –Contestó la abuela.

Arturo Beltrán, el padre, fue más esquivo, –si ya habían contado a la policía, y a la juez dicho todo lo que sabían, –protestó, y además, Elena se encontraba muy afectada, no quería que la molestaran. 
–    Por lo menos déjeme ver la habitación de la niña una vez más, a ver si se nos ha pasado algo por alto… –Le pedí.
– Me atendió con toda la frialdad del mundo. –Le explico al comisario. –Y con toda suerte de excusas; que su mujer tenía consulta en el psiquiatra, y no creía conveniente que hablara con ella. Que tomaba mucha medicación y no me iba a resultar útil su declaración… En fin.

La habitación parecía el anuncio de una casa en venta. No la de una adolescente cuyos padres están deseando que vuelva. Vacía.  Ni un juguete, ni una fotografía.    
–     ¿Y las cosas de Aurora?- pregunté asombrado.
–     En el desván.  A mi mujer le afecta mucho verlas.
–    ¿Me las podría enseñar?
–    Mejor otro día. –Se excusó. –Perdone, es que tengo que ir a recoger a Elena. –Me despachó finalmente. 

¿Qué había en el desván? Era una vivienda unifamiliar, cerca de un pinar, que habíamos rastreado varias veces en busca de pistas sin ningún resultado.  

Sin pensarlo, los pasos me llevaron al pinar. En  un claro, un poco apartado del camino, florecían unos cuantos crisantemos blancos, no tan ordenados, pero idénticos a los de la casa de los abuelos, y a los que había visto en los parterres de la casa de Arturo Beltrán y Elena Castro.  

– Querida niña.  ¿Llevabas semillas en los bolsillos? –Me interrumpe el comisario. – Los muertos siempre hablan. –Sentencia. 

Saca su teléfono móvil y busca en la agenda:
– ¿Señoría?, al habla Alcázar.  Creo que hemos encontrado a Aurora Beltrán Castro.  Desafortunadamente. En el pinar. Le mando ahora mismo la petición de la orden de registro de la vivienda familiar y la de detención de los padres, por correo electrónico. Y habrá que levantar el cadáver… si estamos en lo cierto.  

– ¿Estamos vigilando el pinar? –Me pregunta, mientras cuelga.
Asiento con la cabeza.
–  ¿Los padres? –Inquiero apesadumbrado.
  Afirmativo, no esperan que regrese. 

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