Por Miguel Angel Marín
Vuelta a casa (1)
Me abre la puerta una niña de unos ocho años con tirabuzones rubios. Sus ojos son los de mi Paula. Justo detrás aparece un hombre con barbas.
- ¿Qué quiere usted? – Me increpa con cara de pocos amigos.
- Alfonsito, ¿es que no me reconoces?
Al oír mi voz se queda paralizado.
Lucía, tan guapa como siempre aunque con patas de gallo, me ve y se me lanza al cuello llenándome de besos.
- ¿Dónde te has metido todo este tiempo?
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Vuelta a casa (2)
Mi casa ya no es mi casa. Aunque sigue en el mismo lugar. El color de la puerta es diferente. No queda rastro de mis cosas por ningún sitio. Mis hijos han desaparecido. Y un señor con bigote que no conozco se acuesta con mi avejentada mujer.
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Belinda y el piano
Belinda Watson y su familia celebraban la cena de Nochebuena en casa. De pronto, se levantó de la mesa y se dirigió al piano. Abrió la tapa, se sentó en el taburete e interpretó magistralmente la obra Mephisto Waltz nº 3 de Frank Liszt, una pieza musical de extraordinaria dificultad técnica. Cuando terminó, se quedó paralizada. Luego, volviéndose hacia su anonadada familia preguntó:
— ¿Qué ha pasado?
Belinda era ciega de nacimiento y nunca había tomado lecciones de piano.
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Resaca
Me despierto con la lengua como un esparto y la cabeza embotada. Menuda resaca. Hago memoria. Lo último que recuerdo es estar de potes con el Patxy y el Andión por Portu. De pronto me percato de que estoy en bolas. Esta cama no es la mía. Las sábanas rosas. Me preocupo… Miro alrededor y veo ese no sé qué que tienen las habitaciones de las chicas. ¡Milagro, he ligado! Me levanto como puedo y miro por la ventana. Un montón de tejados desconocidos. A lo lejos veo uno que sobresale. Me quedo petrificado. Es la ópera de Sidney.
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Te fuiste
Te fuiste. Y la esfinge sonreía a la eternidad.
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Un doctor alemán
Tus rasgos y tu nombre se evaporan en la oscuridad de mi mente.
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Locura
Los muros de esta prisión están solo en tu mente.
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Abuso
De niña, nada sabías. Ahora, todo lo callas.
Muy interesantes Miguel Angel.
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