por Miguel Angel Marín
Chi-Liu, la antaño hermosa bruja,
esbozó una sonrisa torcida y una mueca cargada de odio se dibujó en su cara.
-
Lo tengo.- Dijo, enrollando un papiro
amarillento.
-
Hoy alcanzaré mi venganza. Pagarás por todo lo
que me hiciste, maldito.
Sabía que un enfrentamiento directo con Wu-Chang era un
suicidio. Profundas cicatrices, fruto de su último combate, se lo recordaban
dolorosamente a cada instante. Hoy intentaría otra cosa.
En el sótano oscuro, húmedo y maloliente puso la marmita a
calentar en el fuego. Sobre una base inane de sopa de berros empezó a añadir
los diversos elementos: un quintillo de sangre de cabra, ojos de serpiente, un
puñado de aleta de tiburón en polvo… Aderezó todo ello con una pizca de
mandrágora seca. Removió despacio con el enorme cucharón de madera. Cuando la
mezcla entró en ebullición, sobre los vapores, dibujó en el aire con su varita
mágica una figura sinuosa mientras recitaba una antigua fórmula en la lengua de
los arcanos, que sonaba como: “Detrigno adenatevis vinoscaj”. Para finalizar el conjuro añadió el
ingrediente más importante: un mechón de pelo de su víctima. En el momento en
que este tocó la superficie del líquido, una espesa bruma ocre inundó toda la
estancia.
Zaharie Ahmad Shah, malasio de 53 años, padre de tres hijos
y abuelo, un piloto con larga experiencia, se encontraba relajado a los mandos
del Boeing 777, mientras sobrevolaba el golfo de Tailandia. De pronto, se
volvió hacia su ayudante.
-
Farik, por favor, ¿puedes traerme una taza de
café?
En cuanto su solícito primer oficial salió, cerró la puerta
que daba acceso a la cabina del avión y la bloqueó desde dentro. Acto seguido
desconectó el piloto automático, cortó todas las comunicaciones y viró el
aparato levemente hacia el sur.
El vuelo MH370 entre Kuala-Lumpur y Pekín, con 239 personas
a bordo, desapareció en el Océano Índico el 8 de marzo de 2014. A fecha de hoy
el misterio de su destino permanece sin resolver. Entre la lista de pasajeros
se encontraba el afamado mago chino Wu-Chang.
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