Cuando abrió la puerta, encontró un nuevo mundo, contrastando con la lógica, el cielo apagado y aplastante, sólo iluminado por el retrato celeste de su ventana, hacía desdibujar la silueta de continentes e islas de mobiliarios, sobre estos, montañas de libros, cuadernos repletos de apuntes y legajos de papeles con bocetos y anotaciones, apilados y abarcando casi la totalidad de la llanura de la mesa. En los huecos de entre las moles: Un solitario flexo amarillo, que de vez en cuando alumbraba algunos páramos de la mesa, donde crecían recibos de alguna compra y varios bosques de lápices y bolígrafos recogidos en diferentes botes.
Los lindes del cuarto estaban salpicados de viejos cuadros, unos pocos carteles de conciertos, fotografías y algún que otro título académico. A la par que en todo ese salteado había unas extensas y altas estanterías. Sus cumbres, rozando el techo del cielo, repletas de más libros y de algún que otro montículo, menos acorde con el paisaje, de torretas de cedés de música y películas y otros viejos recuerdos, vestigios de otra era, cubiertas por un manto de polvo, debido a su olvido, puestos adrede en tan recóndito lugar.
En el polo opuesto, en una cota más baja, se vislumbraba una cama solitaria, mostrando sus estratos: Todo el ropaje de cama enmarañado, dejando al descubierto, una funda de colchón de flores blancas con fondo azul, sintética y rancia. Salpicada por varios cojines deformados y un par de almohadas semi-desenfundadas y arguilladas. Al otro lado del abismo que separaba la cama, se descubría un tímido foco sujeto a la mesa, enfocado hacia el cabecero, que iluminaba, las oscuras noches de lectura.
A nivel de ese mar de caos, donde flotaba todo, tenía oscuras tramas de las que resurgian vestigios de ropa usada, varada durante unos cuantos días, sustituida enseguida por otras distintas pero de igual modo. Se recogían para después, depositarse otra nueva , como oleaje, creando un ciclo sin fin.
Peter podía estar observando aquel panorama todo el día, pero decidió traspasar aquella frontera y bucear en aquellas aguas. Impulsado por su curiosidad, como un arqueólogo que escudriña una catacumba o sondea el fondo marino, deseando que quizás, pudiera encontrar grandes tesoros.
Los lindes del cuarto estaban salpicados de viejos cuadros, unos pocos carteles de conciertos, fotografías y algún que otro título académico. A la par que en todo ese salteado había unas extensas y altas estanterías. Sus cumbres, rozando el techo del cielo, repletas de más libros y de algún que otro montículo, menos acorde con el paisaje, de torretas de cedés de música y películas y otros viejos recuerdos, vestigios de otra era, cubiertas por un manto de polvo, debido a su olvido, puestos adrede en tan recóndito lugar.
En el polo opuesto, en una cota más baja, se vislumbraba una cama solitaria, mostrando sus estratos: Todo el ropaje de cama enmarañado, dejando al descubierto, una funda de colchón de flores blancas con fondo azul, sintética y rancia. Salpicada por varios cojines deformados y un par de almohadas semi-desenfundadas y arguilladas. Al otro lado del abismo que separaba la cama, se descubría un tímido foco sujeto a la mesa, enfocado hacia el cabecero, que iluminaba, las oscuras noches de lectura.
A nivel de ese mar de caos, donde flotaba todo, tenía oscuras tramas de las que resurgian vestigios de ropa usada, varada durante unos cuantos días, sustituida enseguida por otras distintas pero de igual modo. Se recogían para después, depositarse otra nueva , como oleaje, creando un ciclo sin fin.
Peter podía estar observando aquel panorama todo el día, pero decidió traspasar aquella frontera y bucear en aquellas aguas. Impulsado por su curiosidad, como un arqueólogo que escudriña una catacumba o sondea el fondo marino, deseando que quizás, pudiera encontrar grandes tesoros.
Hombre, qué alegría. Otro que se apunta a subir relatos al blog. Bienvenido.
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