¿ADAPTARSE O REVELARSE?
-Hola Marisa, te llamo para confirmarte que salimos a pasear con Pili y Emi. Nos iremos a merendar y luego a la conferencia.
-Bien, recuerda que mañana tenemos concierto de piano y pasado la inauguración de la exposición de Emma de sus acuarelas.
-Sí y el sábado con los maridos a cenar y a bailar.
-Abuela, abuela, despierta ¿por qué llevas la mascarilla en casa y dormida?
-Ay hijita si yo te contara...
-Cuenta. Es que ya me canso de jugar con los robots, recuerdo que cuando era pequeña iba a la guardería, tenía amiguitas y ahora casi siempre en casa me aburro.
La tarde estaba lluviosa, lánguida, melancólica, era un momento propicio para por fin explicarle la “Nueva Realidad” a su nieta de trece años, recostada en su sillón favorito, mirando a la lejanía bajo la mirada intrigante de su única nieta comenzó tristemente a relatar lo que estaban viviendo.
-Hubo una pandemia en 2020, tú tenías cuatro años, murió mucha gente, entre ellos tu abuelo y mi madre, que estaba en una residencia de mayores. Prometían ayudas que no llegaron, se arruinaron empresas y sobre todo autónomos. Cerraron muchísimas tiendas, hoy en día apenas quedan, todo se compra online. Se empezó a trabajar con el ordenador por teletrabajo y así se ha quedado. En la tele daban noticias, ahora solo reportajes de naturaleza.
-¿Y la mascarilla que siempre llevas?
-Se me ha quedado de costumbre, tantos años llevándola. En este país te multaban sino la llevabas. Yo salía con mis amigas habitualmente, los matrimonios íbamos a cenar y a bailar. Lo prohibieron todo. Nos encerraron en las casas como vulgares delincuentes, sin tener la prueba de nuestra salud. Nos controlan hasta el teléfono, cuando llevas quince minutos hablando se corta.
-Creía que siempre había sido así.
-Tengo un aparato que guardo escondido, y te lo voy a mostrar se llama DVD, verás el día de tu bautizo, lo celebramos en la finca que teníamos con un bello chalet.
-¡¡Abuela!! Cuanta gente reunida. Qué bien lo pasasteis. Cuanta comida. Y esos niños como corretean y juegan.
-Son tus primos. Hija esa era la antigua realidad, había libertad. Tu generación es responsable que vuelva. Luchad.
por Miguel Angel Marín Cuando María abrió la puerta de la mansión aquella noche, desconocía que iba a llevarse el susto de su vida. Enmarcado por la luz de un relámpago, apareció la figura de un hombre altísimo de tez muy blanca y ojos claro, casi transparentes. Mostrándole una placa y con voz de ultratumba, el albino dijo: — Inspector Negromonte. María lo hizo pasar al salón principal donde ya lo esperaba un nutrido grupo de personas. D. Adolfo, marqués de Enseña, señor de la casa, estaba algo molesto por la reunión a tan intempestivas horas. También estaban Dª. Clara, su mujer, de mediana edad, algo gruesa y con cara de pizpireta; Lucas, el mayordomo, un hombre delgado y de rictus estricto; Esteban, el mozo, jardinero y chófer, un hombre joven y fuerte que no parecía tener muchas luces; D. Augusto, administrador del marqués, un hombrecillo mayor que se veía muy nervioso; El padre Santiago, asesor espiritual del marqués y amigo de la familia; Mar...
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