Por Eva Fernández
Ella tenía los ojos del color de la Coca-Cola, y él de Baileys con hielo. Parecía que en cuanto se miraran, se cuajaría la mezcla y se volverían bizcos los dos.
Los ojos de su hijo eran azul piscina. Y los de su hija verde agua. Tenían un perro blanco y un gato negro. Se vestían todos iguales y revelaban las fotos en blanco y negro. Ellos no apreciaban nada extraño.
En su trabajo, en una tienda de pinturas, las mezclas de color siempre salían grises.
Genial Eva!!!
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