por Miguel Angel Marín
El conde Don Julián, gobernador
de Ceuta, paseaba por la orilla del mar, meditabundo. Corría el año 710 y la
situación en el reino visigodo era crítica. Años de hambruna, la peste y la
guerra civil entre los partidarios de Don Rodrigo y los Witizianos, que
pretendían el trono para Aquila, hijo del fallecido Witiza, y todavía niño, habían
dejado el país mermado, desmoralizado y exhausto.
Don Julián tenía que tomar una
decisión trascendental y valoraba sus opciones bajo aquel cielo negro. Don Fernando,
lugarteniente witiziano, esperaba su respuesta tras la conversación mantenida momentos
antes.
-
Bienvenido, Don Fernando, ¿qué importantes
nuevas me traes del reino, que precisan una entrevista secreta, a estas
intempestivas horas y con semejantes medidas de seguridad?
-
Como bien sabéis, mi señor, Don Rodrigo el
malnacido y su cohorte de nobles corruptos, se han hecho fuertes tras las
últimas victorias. Sangran al pueblo a impuestos, asolan territorios y violan a
nuestras mujeres impunemente.
Don Julián apretó la mandíbula. Un intenso sentimiento de
odio se reflejó en su cara al recordar que Don Rodrigo el año anterior había
violado a su dulce hija Florinda.
-
No podemos derrotarle solos. Es por ello que he
venido a pediros humildemente un gran favor, que sabremos recompensaros generosamente.
Don Julián entornó los ojos, desconfiado.
-
Hemos pedido ayuda al moro. Musa ha prometido aportar
tropas bereberes para ayudarnos a vencer a nuestro enemigo. Necesitamos que vos
facilitéis, o al menos no impidáis el paso de esas tropas a la península.
Don Julián sabía que el Islam ambicionaba conquistar los
ricos territorios cristianos. Por un lado, facilitarles el paso era una locura.
Pero por otro, la posibilidad real de oponerse con sus escasas fuerzas a la
invasión que se avecinaba era ciertamente muy limitada. Mejor ponerse a favor
del viento que quebrarse ante su ímpetu. Además, quedaba pendiente aquella afrenta
contra su honor de Don Rodrigo.
-
No facilitaré, pero tampoco impediré, el paso de
las tropas moras, siempre que se me garantice la seguridad de la ciudad de
Ceuta.- Respondió finalmente.
En la batalla de Guadalete los witizianos, reforzados por
nueve mil bereberes, derrotaron al ejército de Don Rodrigo y le dieron muerte. Las
tropas moras se volvieron después contra los witizianos a los que exterminaron.
A continuación iniciaron la invasión de toda la península. Lo demás, es
historia.
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