Por Olga Muñoz
Bares,
qué lugares
Hace
un frío penetrante y afilado, casi ilegal. La cristalera empañada hace que el
bar llame a refugiarse en él. Cuando al entrar mis gafas se empañan también, me
da una risa bobalicona, porque me acuerdo de mi juventud universitaria, cuando
salía de juerga tantas noches con este acerado frío aragonés.
Aun
así, me pido un vino. Hace tiempo de infusiones, pero me espeluznan, aguas calientes
dando saltitos en mi estómago. Soy una indigna hija de mi madre, abstemia, reina
de los brebajes calientes. La herencia paterna me atrae al vino y a los bares.
El frío y los cristales empañados me ponen melancólica, me hacen recordar.
Ojalá aitatxo aún pudiese tomarse unos vinos
conmigo, como hacíamos en los últimos años de su vida, cuando yo lo recogía de
vuelta a casa y terminaba el poteo
con él y sus amigos. Lo veía con el rabillo del ojo mojarse los labios con el
tinto, aparentando que bebía pero sin hacerlo. El vino le sentaba mal, pero no
supo renunciar a su ronda diaria por las diversas parroquias, como él llamaba a
los bares. “Todas las parroquias necesitan feligreses”, decía siempre. Por eso
sus rondas eran tan largas. Hasta el final salió de poteo todos los días. Era su forma de seguir sintiéndose vivo.
Doy un
trago y observo a una pareja joven y enamorada besarse libremente con ternura. Son dos muchachas preciosas, con
largas melenas, como todas ahora. Ya es poco habitual ver besarse a los
enamorados en los bares, no como en mi adolescencia, cuando los bares eran el
último refugio para la libertad. Fuera, el mundo era hosco.
A
pesar de sus manos entrelazadas, las chicas consiguen mojar churros en sendos
cortados. Es la una y media del mediodía.
¿Churros y cortados? ¿Qué fue del vermú? Por dios, no hay esperanza para esta juventud.
Me voy
al fondo del bar a intentar descifrar las caras de todos esos escritores y
personajes literarios dibujados en el mural. Conozco a muchos, pero no a todos.
Pregunto a la camarera, que, avergonzada, admite que no sabe su identidad.
Pago
mi vino y me voy. Las jóvenes siguen besándose. Estampa invernal.
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