por CLF
Parecía
que esbozaba una irónica sonrisa. En la semioscuridad de la habitación, su piel
lucía de un color aún más cetrino que en vida, con la sombra de su nariz
prolongando la comisura de sus labios. Extraña mueca, la que le había dibujado
la muerte.
Las dos
velas, una a cada lado del difunto, parecían alimentar la penumbra de sus
pensamientos.
Todo
estaba dispuesto como Orlando, que así se llamaba el finado, había ordenado. ¿Por
qué habría elegido la habitación roja? Se preguntaba Aurora. La azul parece más
apropiada para este trance. A Orlando nunca le gustó el rojo sangre de estas
paredes, aunque tampoco lo había cambiado. La mortaja, hubiera lucido mejor con
el azul, pensó Aurora, pero ya nada se podía hacer. Había que respetar su
última voluntad. ¡Qué remedio!. Lo había dispuesto todo sin consultar nada con
ella.
Ella, que
había estado cuarenta años a su lado, encargándose de todo y, especialmente de
establecer y mantener las relaciones sociales con lo más selecto de la
Barcelona de los años sesenta. El esnobismo de su esposa nunca había sido del
agrado de Orlando pero nunca había dicho nada.
El
testamento estaba muy claro, sí, sí, se decía Aurora, hasta el número de sillas
en la habitación. Seis sillas, ni una más, ni una menos. Tres a cada lado de la
cama. Y ¿qué haría ella cuando empezara a llegar la gente?, ¿Decirles que era
un velatorio por turnos? Tal vez pudiera solucionarlo recibiendo en el salón…
claro que allí estaban también los canapés de morcilla de Burgos con ese olor… pero,
¡qué vulgaridad!, ¡qué iba a pensar la gente de ella! Ahora se llevaba el
salmón, la trucha ahumada o la perdiz escabechada. ¿Por qué me has hecho esto?
Ni siquiera había podido ir a la peluquería. Eso no se lo prohibió Orlando en
el testamento…pero ya se encargó él de morirse en domingo.
Estaba
sola y absorta en sus pensamientos cuando se levantó precipitadamente de la
silla: ¡Esto sí que no voy a consentirlo! Había caído en la cuenta de que las
paredes rojas junto con la mortaja amarilla…No, no, todos mis amigos son
republicanos. Esto es un insulto. ¿Qué podía hacer? Echaría por encima del
difunto una cubierta blanca. ¿Decía el testamento algo al respecto? Cogió el
documento que estaba sobre una de las sillas…y leyó: “Formalidades del velatorio:….mortaja
amarilla…” Nada, no dice nada. Y
al final de la página, en letra muy pequeña:
“Ningún elemento de los relacionados en este documento podrá ser sustituido por
otro, ni ocultado, ni transformado, ni modificado. Mi querida Aurora, presente siempre
en mis pensamientos, lo comprenderá.”
Aurora
comenzó a llorar desconsoladamente.
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